La carta
Danny*
Era él, solo él, sentado en su pupitre rayado solo con
nombres de bandas de metal y de programas de la televisión. Sus pestañas eran
largas y desordenadas como las ramas de un árbol y su cabello son las olas del
mar cuando llega a la orilla. Igual de brillante, igual de hermoso.
Su perfil me vuelve loca con la nariz más distinta jamás
conocida por el hombre, sus labios son más rosados que el mismo color rosado.
Su reloj le da un toque de sensualidad cuando llega la hora de salir al recreo, porque mira su muñeca tan
varonilmente y espera pacientemente a que termine la clase, ¿habrá chico más
bonito que él? Es el que me hace escribir poesías y cuentos de amor, el que me
hace cantar lo más romántico de la radio. Hace que todo me recuerde a él, miro
sus ojos y me pierdo en un mundo muy lejano llamado paraíso.
Entra las manos a los bolsillos y busca su celular y entre
tantas cosas que lleva con él, además de
levantarse de la silla de una manera tan sensual que pareciera que lo hace
apropósito para atraer mi atención… Aunque él es tan lindo, quizás no sabe ni
que existo.
Llegó la noche más oscura y estrellada de todas. Ya estaba
en mi casa hace como cinco horas y yo aún escribía cartitas de amor que me
gustaría que él leyera. Su nombre es Andrés y es un año mayor que yo, mi nombre
es Sofía y estoy locamente, perdidamente, exageradamente enamorada de él. El
dueño de mis poesías, el creador de mis sonrisas, sueños y de más.
Volví al otro día a la escuela y allí estaba Andrés, alto,
domador de mis reacciones, de espalda ancha y manos pesadas. Pasé al lado de él
mirándolo de reojo, me puse roja muy roja cuando él me mira y se fija que yo
había llegado para mirarlo todo el día.
Cayó mi lápiz torpemente justo bajo su asiento… yo nunca le
he hablado, no sabía cómo decirle que me pasara mi lápiz.
Con mi dedo índice toqué su espalda suavemente Andrés volteó
para mirarme, yo sonrojada y tartamuda le pedí mi lápiz bajo su asiento. De
inmediato, el chico toma el lápiz y en vez de dejármelo en la mesa, me lo pasa
directamente en la mano. Con sus dedos y sus uñas cortas tocó suavemente mi piel dejando el
instrumento sobre mi mano. Casi moría de la impaciencia de decirle “Gracias”,
pero ni una palabra salió fuera de mis dientes que estaban apretados.
Andrés continuó conversando con sus amigos y yo estaba sola
atrás dibujándome con un vestido de novia y a él con un terno de novio. De
pronto, mientras yo tenía la cabeza agachada dibujando sin mirar al mundo a mí
alrededor, empecé a sentir aliento, respiración sobre mis orejas. Levanté la
mirada y quise morir. Era él mirándome fijamente a los ojos, yo quedé inmóvil
en mi asiento y no dije nada. El chico toma mi cuaderno y mira el dibujo, luego
repite estas palabras “si esa eres tu deberías hacerte el vestido un poco más
corto”. Yo lo miro y sonrío y le digo torpemente “no soy yo” luego él “¿y quién
es?” y le digo “una amiga”. Luego me quedo callada y cierro el cuaderno
rápidamente y cae al suelo. Lo recogí velozmente y corrí justo cuando tocaron
el timbre, corrí y corrí hasta los baños de damas. Por alguna razón me estaba
mirando él, de lejos con algo en la mano, me aterré y me encerré, no entraría a
la otra clase hasta que todos se fueran para ir a buscar mis cosas.
Estaba tiritona y decidí salir. Tomé mis cosas, ya no había
nadie en el salón y me fui a casa. Cuando llegué iba a escribir toda mi
experiencia de hoy… pero me faltaba algo, algo me faltaba en mi cuaderno… La
carta no estaba, la carta de amor donde yo revelaba mis sentimientos hacia mi
amado no estaba. Quise desmayarme, así que me acosté y ya sonó la alarma para
irme nuevamente a la escuela. Llegué atemorizada, no sabía si preguntarle si
tenía mis más profundos sentimientos bajo su poder, los necesitaba…
Llegué a mi asiento y miré su espalda todo el tiempo… espero
no tenga él mis escritos. Pasó la primera hora y no me hablaba. Pasó la segunda
hora y se volteó. “Sofía” me dijo. “Esto es tuyo, se te cayó ayer de tu
cuaderno, ¿es tuyo, tu lo escribiste?” En un solo segundo se me pasaron miles
de respuestas que le pude haber dicho. “¡Sí! Es mi letra, mi carta, mis
sentimientos, te amo Andrés, te amo.” “estoy segura de lo que escribí, no digas nada y bésame” “si amor, lo escribí
para ti ¿acaso no leíste tu nombre?” pero lo que en realidad pasó, fue que lo miré, tomé la carta y le di
las gracias. Quizás todo lo que leyó era
demasiado profundo para su gusto, a lo mejor, me gustan menos románticas, no
sé. “¿la leíste?” le pregunté. “yo no reviso cosas ajenas”. El corazón se me
partió en dos. De una u otra forma me hubiese encantado que hubiera leído la
carta, me hubiera gustado contar esa historia en uno de mis cuentos, hubiera
sido perfecto. La pena me consumía porque yo quería que él se enterara de mis
sentimientos, aun que antes no lo quería, ahora me doy cuenta de que era lo que
más yo deseaba.
Llegué a mi casa más tarde, y quise releer la carta más
linda que le había escrito y me topé con una sorpresa:
Sofía;
No dudé un segundo en
quedarme con la carta que me habías escrito, creo que escribes hermoso y que
serás una gran escritora. Tus sentimientos me dejaron pensativo y decidí
entregarte esta carta en vez de la tuya, me vi en la necesidad de quedarme con
la que me habías hecho. Yo no soy escritor pero quería dejarte lo que yo
también siento por ti: Creo que eres muy
linda y me encantan las personas tímidas, la verdad de las cosas es que yo
también lo soy por lo que no hablaba contigo. Pero me sé tu nombre completo,
hasta la fecha de tu cumpleaños. Conozco cuales son los lunares de tu cara y
podría dibujarlos en un papel con tu rostro. Si el dibujo que hacías en la
clase era de nosotros, lo encontré precioso. Me gustaría hablar contigo el
viernes, y dejar claro todo esto. Tu Andrés.
El corazón empezó a palpitar rápidamente y me dejó vuelta
loca. Pensar en algo así es como un sueño que jamás había soñado, entre todos
los sueños locos, este era el mejor.
AL día siguiente me arreglé preciosa para verlo en la
escuela. Entré tímida a la sala, como siempre, llegué a mi asiento y no nos
miramos ni nos hablamos. Pasó su mano hacia atrás sin voltear y me dejó un
papel “a la segunda hora afuera del baño de los profesores”. Esto parecía ser
cada vez mejor de lo que antes era nada ahora parecía algo serio y escondido.
Llegó la segunda hora y fui.
-Hola Sofía.-
-hola… ¿Qué necesitabas hablar conmigo?
-¿leiste mi carta?
-completa.
-lo que sucede es que tu me gustas mucho.
-¿de verdad?
¿enserio, Andrés?
-en serio, pero no puedo pedirte que seas mi pareja, lo
siento.
Se fue desconsideradamente dejándome sola, obviamente llegué
a llorar a mi casa, ilusionándome de que quizás nos hubiéramos dado un besito
al menos.
Pasó al lunes, todo el fin de semana deprimida. Llegué y él
no estaba, esperé y no llegaba, pero sí llegó la profesora con una información:
“chicos, Andrés se cambió de escuela por problemas económicos”
Mi corazón quiso estallar una vez más, esa no era razón para
no estar conmigo, definitivamente no entiendo a los hombres.
Pasó una semana y ya se me estaba quitando la pena, nunca lo
veía ni hablaban de él, era como si el amor se estuviera cayendo por culpa de
la decepción y ausencia. De pronto escuché mi nombre a lo lejos y me asomé por
la ventana, era él. El chico de las pestañas largas y desordenadas el que
estaba con una rosa y me gritó “Llegó la reconquista, lo siento”. Yo aparenté
no estar impresionada pero por dentro grité ¡es mi segunda oportunidad de
volver a amar! No me la quiero perder. Hoy será mi primera cita.
Autora-. Danny